Las despedidas son tristes, pero no siempre. Muchos compositores han escrito bellas partituras para decir adiós. Una de las despedidas más funcional y divertida que he oído, es la de la sinfonía nº45 de Joseph Haynd, llamada del adiós o de los adioses, donde los músicos van abandonando sus atriles poco a poco, hasta que sólo se quedan dos violines para acabar la obra. Al final , todo el mundo se marcha y se alejan dejando la sala en plena oscuridad .
Tradicionalmente se toca a la luz de las velas y cada instrumentista que se va ,apaga su candela antes de evaporarse.
Haydn compuso esta obra a modo de protesta, en una sociedad donde el músico era un asalariado que no tenía un sindicato para velar por la situación de sus trabajadores.
La familia del noble Esterhazy decidió prolongar su estancia en el palacio estival más de lo convenido y los músicos, desesperados por no poder estar con sus familias, retirados a más de 50 km de su casa, pidieron ayuda a Haydn para que hablara con el aristócrata.
A Haydn se le ocurrió entonces componer esta obra, que sirvió para que el amo recapacitara y de esta manera, demostrando su sensibilidad al arte y su cariño al ingenioso compositor J. Haydn ,se dice que exclamó:" Bueno, si todos los músicos se marchan, quizás nosotros también tengamos que marcharnos" y así , al día siguiente partió a su casa en Viena.