domingo, 17 de febrero de 2013

Baile de máscaras



Muchas fiestas terminan en desgracias. Se inicia un frenético baile, se dispara el ansia de divertirse, de huir de los hipotéticos problemas que rodean a esta sociedad cada vez más saturada de excesos en todo. Son habituales en estas fechas los eventos carnavalescos, risa insaciable de los aburridos consumidores de vida exaltada, seguidores de tradiciones interminables que pudiendo ser inocentes y hasta entretenidas, cansan ya por su rutinaria pobreza.

Hace unos cuantos años trabajé en Venecia en la época de carnavales y pude disfrutar del encanto del baile de máscaras, entre góndolas, plazas, calles y callejuelas. Todo el mundo sentía la mascarada como si de una obra de teatro se tratara, viviendo el personaje, inmersos en el bien o el mal para la posterior catarsis en la Cuaresma cristiana.

La fiesta por la fiesta se desluce cuando no hay sintonía con el evento. Forzados son los que pasean con sus niños por la plaza vestidos de bufones y princesas y que no saben el porqué de tal circunstancia. Ni siquiera la rutina anual de verbenas y festejos les compensa de perderse el echar una buena siesta y hacer lo que me plazca sin hacer lo que me dicten las rutinas.

Deseo que el mundo se divierta, engalanadas las calles, que olviden sus penas aunque sea de esta dudosa alegre manera. Pero mañana ,que sigan riendo, a carcajadas porque mañana si es hoy ,siguen vivos en esta tierra y pueden continuar su baile de máscaras.

Así reza el dicho: Los hombres no cambian, se desenmascaran.Todos han aprendido a llevar un antifaz que les protege y cuando se lo quitan encuentran el rechazo y la incomprensión ajenas.
Ser libre y valiente para despojarse del disfraz conlleva riesgo, el riesgo de perder a mucha gente que está a nuestro alrededor y a la que queremos.

Dando un paso más, finaliza este baile y así alcanzas una vida llena de sentido y de satisfacción interna.
Soy yo. Quien quiero ser. La verdad por delante.
Este baile de máscaras ha acabado.