miércoles, 28 de noviembre de 2018

Lo que nos queda







Cuando hablamos de la aventura y el riesgo siempre pienso en un terremoto. Lo relaciono como si fuera algo repentino, sin previo aviso , como  un temblor de tierra, que puede ocasionar la pérdida de todo, hogares, familiares, amigos y posesiones.


Los movimientos imprevistos, son como jugar al ajedrez: salvo  un enroque a tiempo u otro movimiento ágil, para causar tablas, se puede originar la perdida de la partida a uno de los contrincantes.

Ante cualquier paso en falso, todo lo que se descuida en ese viaje puede ser increíble. La esperanza, es mínima, pero hay posibilidades de que ante una gran pérdida nos quedemos aún con algo en las manos....y ante la adversidad, eso es lo que hay que valorar: lo que nos queda.

Tirarse a una piscina sin saber nadar y sin salvavidas, nos puede dejar sin vida. Quizás sea mejor observar la piscina tomándose un marianito desde la terraza y disfrutar del paisaje, la compañía de las personas o el sonido de la música de ambiente.
Pero cuando el entorno no nos gusta, somos abstemios y la música es mala, aparece el problema y decides tirarte de cabeza a la piscina a ver si mejora tu situación y te diviertes con la vida.Una experiencia inquietante eso de lanzarse al vacío sin saber usar un parapente, pero por otro lado, es la otra salida, la que valoramos, a riesgo de extraviarnos en el camino.
 Poca gente lo hace. El embarque en aventuras y venturas, suele ser para valientes, artistas arriesgados, locos de la vida.
 El riesgo, es así,  un movimiento previsto o imprevisto, que te lleva a cometer una locura, con  arte en las venas, sin pensar en el qué dirán, movido por la curiosidad y el deseo.

Conozco a alguno de esos lunáticos que por buscar una vida mejor han cometido extremas imprudencias en sus vidas y aunque parezca absurdo, salieron del terremoto con muy poco en las manos, algunos sin nada porque lo perdieron todo, fama, honor, amigos...pero les quedaba el orgullo y la fuerza para salir adelante. Y lo consiguieron.
Nunca se sabe.

sábado, 24 de noviembre de 2018

La libertad










Yo siempre digo que la vida a menudo nos envía por senderos mal iluminados, estrechos y de difícil acceso. Es en el preciso momento en el que llegas a la cumbre cuando te das cuenta de que estás vivo. No se si es muy importante tener esa percepción confortadora, quizás no sea tan trascendental,pero cuando las ideas se descifran en el punto culminante, aparece el concepto de libertad y de saber elegir en mi cabeza.

En la película “La caza del octubre rojo” el capitán olvida su disciplina militar y decide desertar para evitar una 3ª guerra mundial . Noah Gordon en “El médico”, describe a un protagonista que viaja a Isfahán para aprender el Arte de la medicina ocultando su verdadera identidad religiosa y practicando ciencias prohibidas por su maestro...y así infinidad de ejemplos.

En nuestra madurez, las escenas de la vida son como narraciones o películas que se repiten y nos recuerdan quienes fuimos, qué somos y qué no queremos ser. Ese es el aprendizaje y el Arte de aprender de cada día.

Y después de sobrevivir a cualquier situación sobrecogedora, hiriente, cómica, lasciva o incluso amorosa nos queda la reflexión y en ese punto estoy, pensando, con un punto de guasa e ironía en mi boca, mis ojos atentos viendo que la rueda del mundo no cambia y sigue girando igual de repetitiva para enseñarnos una lección que nunca aprendemos. Aunque por otro lado, el que algo quiere, algo le cuesta y la disciplina, la rectitud en la vida es tan necesaria como el agua que bebemos, no obstante, nunca debería de limitarnos para no perder nuestra capacidad de elección. Descansemos un poco y como decía la madre María, “Let it be”.


lunes, 19 de noviembre de 2018

Ken,la montaña










¡Qué alta e inquietante es la montaña!
Hasta el aire que respiro me turba.
En la niebla, apenas veo
aquello intangible que me golpea.

Ese interminable paseo por lo desconocido,
me conduce a una historia que termina
y a una nueva esperanza
que me hace retomar el camino perdido.

sábado, 17 de noviembre de 2018

De la ignorancia y el dolor





Cuando sales de tu caparazón y de tu zona de confort, suele suceder que lo inevitable se tope en tu camino. Esto es lo que me ha pasado hoy por ir a comprar un ambientador para el coche.
A veces no sabes si esconderte entre las bambalinas de las tiendas, de esos centros comerciales a los que cada vez voy menos, por cierto, o coger el primer pantalón que veas y meterte en el probador hasta un tiempo prudencial y ver si ha pasado la marabunta.
En sí, no es cobardía, ni siquiera miedo, es tan solo falta de apetito de saber, de conocer qué ha sido de la gente de tu pasado, aunque te duela no saberlo . Pero cuando el encontronazo es inevitable y la exclamación de ilusión de los que te ven al cabo del tiempo retumba en el espacio sabes que tendrás que enfrentarte a la respuesta del qué tal os va.
Ahí viene el desencanto y el disgusto, cuando compruebas que las quejas de los presuntos abandonados son intensas y no puedes hacer nada para disminuir su aflicción.Y oyes entre otras barbaridades y maravillas en contra del presente, lo de, las cosas sin ti no son lo mismo. Ahí  comienza mi ira.
Me enfado con los que heredan joyas y las empeñan, con los que reciben un trabajo bien hecho y no lo continúan, con el maldito destino que nos manda por caminos diferentes y nos separa de la gente que amamos y nos castiga con el no retorno al pasado.
Y después, la despedida con un nudo en la garganta, aguantando las lágrimas en los ojos y con la sensación de que nadie se quiere ir.
El camino es largo, me oigo decir a modo de despedida, seguro que nos encontramos en otro punto.
Llego a casa y pienso si tan necesario era el puñetero ambientador y me enfado conmigo misma por haber salido de casa.
Imposible  ser sensata o prudente ante la casualidad que me vende llena la mente de una pasión oscura que me deja triste y confusa, mirando al vacío de la soledad que me rodea.
Impotencia.

domingo, 11 de noviembre de 2018

Los ignorantes


A aquel que busca la iluminación, iluminando el camino de los demás se le denomina en el budismo, bodhisattva, Esa generosidad de seres anónimos que no sólo buscan su propio bien, sino el bien de los demás.
La acción de esos entes se hace patente en contadas ocasiones, en momentos puntuales de nuestra existencia. Nunca pasa nada por casualidad.
Si esos seres de luz tocan tu puerta, el golpe es tan intenso que todo tu ser se convulsiona. Al principio , no eres consciente de quien está frente a ti.
Ni siquiera ellos mismos lo saben tampoco:son ángeles ignorantes de su propia condición.
Pero te salvan la vida.

Se mueven en silencio,
como si te abrieran un gran ventanal para que el aire huela a romero y el frío de la soledad de la noche se transformara en compañía. Entonces, afrontas con valor tus problemas y quieres vivir .
El sufrimiento se transforma en un minúsculo peldaño de la vida y ya comprendes lo que no entendías.
Puedes seguir caminando.





martes, 6 de noviembre de 2018

El Arte que perdura




Hierve el agua bajo el fuego,
Kan arriba, Li abajo
así, con el calor,
 hasta que se agoten las llamas
y no quede vapor
y todo se reduzca a la nada.
Hierve el té,
se prepara...
es solo un glorioso momento
hasta que se consume
y después,
nos queda el recuerdo
del calor y el agua.