domingo, 22 de octubre de 2023

Carlos Toral, la voz ondulante

 





Eres de muchos colores y parece que dices la verdad. Te escudas en que eres accesible y fácil pero tus ojos impenetrables me dicen lo contrario. Denuncias con tus palabras lo mezquino de la vida y no te casas ni con tu madre. Está claro...aunque lo turbio te de vueltas por el intestino y acabes aplacándolo con las miles de cosas que haces: empresa, política, fútbol, radio. poesía...Cantabria no es distinta aunque te gustaría que lo fuera. Amas la tierra, el mar con toda tu alma, las gentes de buen hacer, el arte, el vinilo, el jazz...y la gastronomía.

Te enfadas porque ese vaso de cristal imperfecto te lo vendieron muy caro, sin decirte que  su culo no asentaba bien. Eres un luchador empedernido que seguramente esconde tristezas y nostalgias en su corazón, donde recuerdas sitios a los que ya no puedes volver. Parece ser que enamorarte sin miedo está en tus principios aunque, desde luego, la iniciativa quede perturbada por la prudencia de Gracián o la propia sabiduría que reflejas. Tampoco es tan importante el amor, o vaya usted a saber.

Para ti, no hay nada mejor en esta vida que una buena tertulia intelectual, un buen disco y hablar y hablar mirando a los ojos con una veladura de dolor que yo intuyo. Si fueras capitán te esconderías tras un timón de rayos y truenos ignorando si  Sigrid de Thule te espera jugando al bingo o está de parto porque tú estás salvando a la sociedad a tu manera y tu coraza es muy dura de tanto usarla.

Te ríes del mundo que por cierto, no te hace ninguna gracia y puedes estar horas pensando en lo más peculiar y raro, usando esa obsesión tan tuya para tu propia supervivencia. 

Y ahora tu voz ondulante... que se desarrolla con naturalidad y preguntas, porque eres muy curioso y te gusta desnudar personas con las palabras. Investigas la modulación y el acento, la coma y la interrogación y como un niño, te veo mirando al infinito en búsqueda de la verdad, rodeado de belleza con color y calor, sencillo aldeano, tunante disuelto en lo azaroso de la inquietud, inflamado de verdades como puños.

Carlos, es un placer conocerte. Me atrevo a decir que la nuestra será una amistad para siempre. Tú con nombre propio ataviado de artífice y yo, con mi apellido judío... preparando el arsenal.