sábado, 26 de enero de 2013

El repipi


Fue en una clase para adultos ya hace unos años cuando reviví la deliciosa experiencia de volver a ser una niña más en el aula. En este curso tuvimos la oportunidad de volver a leer y analizar a fondo el libro de aventuras infantiles de Goscinny "El pequeño Nicolás".

¡Qué bien nos lo pasamos! Reíamos un montón con el cursillista que era un verdadero maestro en la gesticulación y la narración. La materia contenía un análisis estilístico, sintáctico y semántico, pero también un estudio psicológico a fondo de los personajes en cuestión. Fue aquí donde más nos reímos, cuando el maestro nos invitó a compararnos con los personajes de ficción que aparecían en el texto.

Estaban entre estos protagonistas Clotario, el último de la clase, que tenía tele en casa; el mejor amigo de Nicolás el gordo Alcestes que comía sin parar; Eudes el que pegaba a sus compañeros de clase y era el más fuerte; Godofredo el ricachón, que su padre le compraba lo que quería; Joaquín que tenía un hermano pequeño;Agnan el empollón, el preferido de la maestra, el chivato, al que todos quierían pegar pero no podían porque llevaba gafas;Majencio , el piernas largas que corre sin parar;Rufo, que tiene un padre que es policía; María Eduvigis, la niña angelical de la clase pero más traviesa que los chicos y que además juega al futbol...

 A estos figuras había que añadir otros personajes adultos como los profesores, padres, vecinos y además al famoso Nicolás un niño de 7 años muy travieso, pero que en el fondo tenía un gran corazón y que logra transmitir los valores de la amistad, amor a su familia y un sentido de la justicia singular a los niños.

Empezó el experimento psicológico y cada cual se adjudicaba un rol, pero cuando llegó el personaje de Agnan todo el mundo enmnudeció porque todos sabían quién era la repipi de la clase. Era aquella que siempre quería acaparar al profesor a toda costa, era la que se aprendía la lección como un repollo, aquella que se adelantaba a dar las respuestas antes que nadie, la que a veces ofendía con su saber y corregía a sus propios compañeros y al profesor. Era aquella que se permitía discutir con el maestro en clase y rebatir sus opiniones aunque luego manifestara estar equivocada en actitud interesante. Era una verdadera cargante a la que la gente odiaba en silencio.

Entonces, el profesor tuvo una genial ocurrencia. "Ah, si, claro, yo soy Agnan....porque soy el único que tengo gafas". Fue sensacional. El sabía perfectamente el porqué de nuestro silencio y quién era Agnan, pero fue capaz de disimularlo con la  autoflagelación  más  ingeniosa que jamás haya visto. Nos reíamos sin parar, hasta la propia Agnan disfrutó...fue estupendo.

He tenido muchos alumnos como Agnan. El repipi de clase genuino es odioso. Me apena profundamente la soledad que se cierne alrededor de ellos. No tienen verdaderos amigos. Muchos compañeros se adhieren para aprovecharse de sus conocimientos y en el fondo les repugna su verborrea, locuacidad inteligente pero falta de tacto que consigue  la fobia y la antipatía más feroz por parte de todos.

Cuando mis queridos babosos sabelotodos hablan excatedra, preguntan, interrumpen o recriminan a un compañero su falta de sabiduría, la clase entera les mira con burla y desprecio. Sin embargo, como antes he comentado, su desamparo es real y por desgracia, si no reciben  la ayuda necesaria con la edad precisa o en el momento preciso, se integrarán en la sociedad siendo pedantes y redichos y los más odiados de su entorno.