Cualquier texto o composición escrita nos puede describir una serie de impresiones o de sucesos: es la música programática o los textos narrativos. En cierto sentido todo lo que está plasmado puede ser una forma de expresión del estado de ánimo del autor y una muestra de su carácter.
En su forma más sencilla, la música de programa es puramente imitativa: el canto de los pájaros, el sonido de la tormenta, el viento cuando silba, el crepitar del fuego, el dulce fluir del torrente....La imitación busca el derecho de sentir la naturaleza de otra manera y de transmitirla con otra fuente de energía.
Los seres humanos somos sonido sin identidad de sonido. Alcanzamos esa simbiosis al componer, al escribir los efectos que nos produce la naturaleza,al escuchar cada uno de los sonidos que nos rodean y al interiorizarlos y conocer que forman parte no sólo de nuestro entorno, sino también de nuestra propia existencia.
Una silla que cruje, el deleite del sonido al acariciar nuestro pelo, el ladrido de un perro, cualquier pequeño estímulo sonoro forma una realidad inexacta, engañosa a la que debemos escuchar ignorando su procedencia, pero sabiendo que su importancia reside en su propia vida, que es la nuestra.