Nadie mejor que un artista para explicar qué se siente cuando hay un proceso de transmisión de energía desde el alma.Alguna vez he comentado en este blog, la importancia de la relajación para que esa emisión no sea forzada o incómoda para el ejecutante.
Aparte de todo esto, no quiero dejar de insinuar una pequeña opinión particular sobre el ego del artista.
El ego, obstruye el beneficio en la recíproca transmisión que se produce entre el músico y el público.El ego es el espejo de Narciso, la caja de Pandora,el talón de Aquiles de cualquier artista tonto y engreido que relame su propia tonteria adornándose con un arte que ni siquiera es perfecto ni lo será.
De joven, esa presunción suele apegarse en la mente de todos y todas, juzgando al contrario, nunca alabando con sinceridad. El tiempo te ayuda a comprender los errores pasados y a veces, te dona con una cierta generosidad para ayudar y dar tu propia sabiduria por pequeña que sea , un trocito de tu alma indigna. A veces, ni el tiempo lo cura... y observas con tristeza a tu alrededor cómo el artista válido se ancla en su ego como un barco sin puerto, en medio de la nada, rodeado de gaviotas que vitorean su nombre, pero a la deriva... como un barco fantasma.
El famoso violinísta Joshua Bell, gran artísta y excelente persona, fué objeto de un experimento en el metro de Washington en el 2007 para saber si la gente distinguía el sonido de un concertísta de violín de un músico callejero. Tocó una serie de obras de Bach para violín solo en el metro de Washington con su violín de 3 millones de euros, vestido con vaqueros y una camiseta sencilla.
Solo obtuvo una pequeña limosna. Poca gente se detuvo. Solo una persona le reconoció porque le había visto en un concierto y le felicitó.
Con esto, también hay que decir lo contrario. Las prisas, el poco tiempo para detenernos y escuchar, ver, sentir y disfrutar de las pequeñas cosas de la vida son otro verdadero lastre para enviar a cualquiera al fondo del mar con el buque fantasma que antes he comentado. El receptor también es fundamental y por desgracia, cada vez que asisto a algún evento cultural, siento pena por esa gente que no disfruta de lo que hace el artísta, que critica y pone pegas a todo recordándo que nosequién lo hizo mejor, o que qué mal me ha sonado esto o lo otro.
Puedo decir que el tiempo me ha enseñado y realmente soy una persona afortunada y feliz cuando doy y recibo con cariño aquello que preparan los artístas con empeño.Ya nunca establezco comparaciones y valoro por pequeño que sea el quehacer y el esfuerzo. Y cada día que pasa lo disfruto más.
En lo más simple está la esencia del todo.