Tengo tu sonrisa indeterminada en mi álbum de fotos en un paisaje desdibujado, calado de colores cetrinos.
No se qué fue de aquel hombre reflejado en esa encantadora estampa y de aquellos ojos de mirada calculadora aceitunados grises, heridos por el paso de las oportunidades no adquiridas.
Lenguas viperinas decían que tenía una amante en cada puerto, que era un marinero errático...
A veces, considero los momentos que reposaron sus manos en las mías, uniéndose entrelazados los verbos del presente. A veces, sopeso los comentarios ajenos que me miraban ladeando la cabeza con lástima y me decían que era un fantasma en la niebla.
No sé qué camino tomó, en qué desvío dejamos de dirigirnos la palabra, pero tengo su espíritu en esa vieja fotografía y se a ciencia cierta, que ese día, me amaba. Por lo demás, el tiempo pasó y de esa borrosa instantánea solo me queda un microfilme atesorado entre plásticos protectores para revelar su alma atrapada de nuevo, con ese fondo difuminado con detalle en una cabina oscura con ácido acético.