Se secó el romero, se murió como un misterio. Contando sus pestañas con calma así, cual pétalos de eguzkilore, se me pasó la tarde y llegué a la noche cruzada por la calma.
Y paseaba por tus campos en ese final azul rosáceo que se agotaba, donde el vacío eran cables eléctricos sin zorzales posados para cantarme un epitafio.Ante mi asombro, un pequeño murciélago volaba cerca del puente en un otoño más cálido de lo habitual.
Las palmas invasoras saludaban al ejército de aviones que rompían la contracción del silencio. Un tímido pájaro temblaba entre sombras y las luces de las águilas de hierro se paseaban altaneras rozando con su sonido de decibelios corrompido, el último domingo de octubre.
¿Sabes?... La noche está tan azul, azul.
Se me pasó el día entre redes de hojas y arbustos. Y el romero penitente dejó su último aroma entre mis dedos deseándome paz, amor y prosperidad.