martes, 26 de noviembre de 2019

Un día cualquiera







 Paseando, como si fuera un aviso, me digo, hoy no es un día cualquiera. Remotamente oigo el eco del sonido de los disparos de cazadores en las montañas. Les habrá tocado a  unos pobres pájaros con  mal agüero, pensaba. Y entonces, de pronto, después de la última estampida, lo dejaste bien claro.
Te costó decirme que habías dejado de quererme, pero lo hiciste. Y yo..., que nunca hubiera sospechado que llegara esa revelación tan honrada, decaí en un silencio de penumbra.
Enorme esfuerzo por tu parte, pero ya lo soltaste.

Solo temo que quieras acostumbrarme al desafecto y que no te importe mi fastidio. Te veo capaz de estropearme el gusto de tu indiferencia quedándote a mi lado y comerte una barra de pan completa abriendo el buzón de correos de tu boca, mientras el borde del puño de tu camisa amenaza una mancha rozando el borde del plato repleto de salsa de caracoles. Puedes ser experto en aburrirme la vida años y años con un candado de televisión y sexo obligado porque eres como el gitano señorito: te gusta el fútbol y el boxeo.

No ha sido un instante cualquiera. Te has descubierto sin pamplinas ni disimulos, sincero y espontáneo. Lo has manifestado con descaro, tras los efluvios del histrionismo inicial, con la risa floja esa que tienes y las tonterías que te incapacitan. Finalmente, lo has dejado más claro que el agua: no te intereso lo más mínimo. Ya no te gusto.

No, hoy no es un día cualquiera..., y yo, entre compungida y curiosa con la novedad, me preguntaba, ¿ cómo será el amor y qué se dicen las personas que se aman? Y cuando ya alguien me lo iba a explicar, de repente, me desperté.