sábado, 21 de septiembre de 2019

Del juicio y la pasión









El recurrente espíritu de Baltasar Gracián,  me recuerda su opinión sobre la prudencia a la hora de emitir veredictos o sobre la toma de decisiones: "Siempre ven mejor el juego quienes están mirando que quienes están jugando, pues por no estar sus intereses en riesgo no se apasionan". Y así es, comprendo que la pasión es un arranque de la fogosidad, del temperamento entusiasta  que nos lleva a enturbiar nuestro buen juicio y a la postre, a cometer errores.

Es en un bar cualquiera, donde ves jugar una partida como espectador, sabiendo las cartas de todos los jugadores, el lugar perfecto para entender lo que es la prudencia y el buen criterio. Fácil es la crítica y el postureo, expresándose con sabiduría; y es esa erudición que huye del frenesí,  que se apropia de nuestras palabras y que sabe dar buenos consejos con aquel, ¡ya lo decía yo!, o yo hubiera hecho esto o lo otro..., con la empatía propia del santurrón pedante con un pecador.

Es más juicioso atar nuestra lengua al poste del silencio visceral porque aquello que criticamos como debilidad humana se puede volver en  contra nuestra y atacarnos como un conspirador en la sombra y hacernos padecer los volcanes de la confusión.
Así suele suceder. La pasión, el entusiasmo, la vehemencia es una prisa incorrecta que tiene la bondad de no dudar, aparecer cuando menos la esperas y  de utilizar el sentimiento ante todo, tomando las decisiones con el corazón. Lo pasional es el amor romántico, las cosas dichas con el alma del sensible, el "si" sincero repentino que nunca cree en el mal, la ingenuidad de lo imprudente, la tentación de la hermosa manzana roja envenenada.

No puedo dejar, sin embargo,  de expresar lo bello en lo fervoroso, lo excitante en el delirio juvenil, lo impulsivo de un beso sin esperarlo...No hay ninguna bondad si el azar nos conduce por un campo minado de deseos y nos hace elegir qué pié colocar. Será sin duda necesario, pisar con calma y cuidado. Ya sabemos que la vida nos plantea caminos inesperados y trampas escondidas , pero muchas veces, van acompañadas de gente pluscuamperfecta que te soluciona la existencia con su punto de vista de cantina de pueblo o con su agudeza de la experiencia no vívida de refranes, ejemplos recurrentes y consejos doy que para mi no tengo. Es lo más tóxico de este recorrido...entran en el salón sin permiso, y se colocan a tus espaldas vigilando tus cartas de manera incordiante para fastidiar con un complemento circunstancial tus propias decisiones. Alguien dice, "los mirones que se callen y den tabaco".

Es el momento de levantarse de la partida. No jugar más manos de póker, ni las tuyas propias, ni las de los demás. Salir a la calle a tomar el viento fresco, despejarse de tanta pedantería, y dejarse llevar por el impulso de la intuición. Vive, amigo, vive tu vida, como dice en su Credo Benedetti:

"... Vos sabés
en esta excursión a la muerte
que es la vida
me siento bien acompañado
me siento casi con respuestas
cuando puedo imaginar que allá lejos
quizá creas en mi credo antes de dormirte
o te cruces conmigo en los pasillos del sueño
esta demás decirte que a esta altura
no creo en predicadores ni en generales
ni en las nalgas de miss universo
ni en el arrepentimiento de los verdugos
ni en el catecismo del confort
ni en el flaco perdón de dios
a esta altura del partido
creo en los ojos y las manos del pueblo
en general
y en tus ojos y tus manos
en particular".

En esta vida creo,  como mejor me parezca. Vive y deja vivir. No juzgues y no te juzgarán. Si no sabes los porqués, no digas nada. Respira.