martes, 10 de septiembre de 2019

Mañana de septiembre









En medio del desamparado frío de la madrugada me desperté sobresaltada una mañana de septiembre. Había soñado que encontraba flotando madera quemada abrazada entre tu espuma. El agua había arrastrado parte de un bosque consumido y agonizante. Me encontré analizando  hojas oscilantes que se lamentaban de su mala suerte porque no querían haber proclamado el otoño tan súbitamente. El mundo se deshacía de los rastrojos por descuido o por accidente, mientras sus huellas se hundían como colillas de tabaco "light" en un mar que no sabía lo que era vapear.

Y el viento me proyectaba, casi chocando contra las rocas...y yo desvalida, sin tus aires de protección cercanos, sólo quería mandarte un wattsap para que supieras que te quería; pero no había nadie que me prestara su maldito wifi. A mi alrededor, un pájaro atolondrado que afilaba su pico en tablas de surf abandonadas, me repetía insistentemente las contraseñas de los relojes blandos de Dalí. No me servían...Estaban caducadas.

Allí, en exclusiva con los elementos, como siempre. Madera, viento, agua y fuego me contaban una historia de un tesoro desconocido, un cuento de olas y de piratas que buscaban rosarios de oro entre las algas. Pero no te llegaban mis mensajes de socorro y era una lástima que no los leyeras, porque nadie sabe invocar tu nombre como yo lo hago: te amo.

Evocando ese sueño que me zarandeó, pienso en lo complicado que es luchar contra lo imposible; aunque lo más absurdo sea una realidad cuántica.

No tardaremos en advertir la fragancia del otoño, seguro que no y otra luna llena este viernes 13...y yo...amaneceré como en cualquier otra mañana de septiembre de mi simple vida ,sola, abrazada a un llanto triste de blues y cocktail de café con chocolate u oprimiendo una almohada...que eso sí que es patético.