viernes, 9 de agosto de 2019

Historias del mar.(2ª parte)









¡Qué placer poder contemplar desde la orilla tu éxtasis por la tarde! Hoy tu playa rebosaba vida,repleta de gente. El agua, sin embargo, tenía otro color: marrón verdoso pH8.3, con olor a reggaeton. Aún así, merecía la pena buscar el mejor sitio para poderte examinar,aunque no demasiado cerca porque la marea estaba subiendo.

Allí estaban los niños de Sorolla jugando desnudos boca abajo con sus vientres sobre tu arena; las mujeres paseando con sombreros de paja porque hoy hacía mucho calor y no había ni una sola nube. También estaban los cuerpos cubistas de Picasso con sus pechos desnudos de diferentes tamaños y formas; mujeres que hablaban por los codos salidas de una película de Almodovar y Popeyes desconocidos sin Olivias a las que salvar, marcando tableta.Al fondo, se escuchaba una torre de Babel en euskera, en español, en inglés, árabe, chino, francés...Era el mundo en su salsa; pero en este pil-pil, tu seguías como siempre, frente a mi, tentándome para que fuera a tu encuentro y me enseñaras otra lección.

La arena  hoy, no era fina y en tu orilla abundaban las ramas de árboles, de polvo negro desintegrado por las cáscaras de mejillones, algas , piedras y alguna que otra porquería mezclada con la suciedad del maravilloso ser humano que no recicla sus compresas o plásticos en Agenda 21.

A pesar de eso, nadie hacía ascos a tus aguas. No hay duda de que la repugnancia puede ser superada por el amor. Mi pies pasearon por el antiestético caldo salado tan diferente hoy del otro día. A mi paso, tus poros,abiertos por agujeros de pulgas de mar, parecían espinillas en tu frente. Las olas más altas rompían cerca de mis pies como incitándome a entrar , mientras los niños se deslizaban con sus tablas divertidos.
Cambié el rumbo de mis pasos y me dirigí a una zona más rocosa , protegida, donde tu suelo era más limpio. Entonces, me entregaste el segundo pliego de pensamientos. De lejos, recordé cuando había estado allí, cuantas veces y con quien y si fui feliz y ¡ay! si que lo fui... Así mis lágrimas, brotaron inocentes y se fundieron con tus ojos mientras el alma de tu espuma me incitaba golpeándome en las rodillas.
Parecías reírte de mi. Tu nunca fuiste inocente.
Un pequeño velero  al fondo, insignificante al lado de la montaña,se asomó para decirme agur en el ocaso, mientras la silueta de un  paddler remaba hacia la otra orilla.