No dudé que ibas a ser mío cuando acaricié con los dedos de mis pies los pliegues de tus labios mojados. Brillaba tanto tu rugosa epidermis alcalina, que parecía tuvieras espejos en el suelo laminados por las suaves olas del mar. No vacilé al pisar firmemente sobre tu cuerpo y adentrarme entre tus aguas en soledad; y yo tan singular, como el ángel de Poe, te poseí la primera, en esa mañana gris de agosto.
Vano sueño, pensé, el de aquellos que creen que un bautizo entre tus aguas cura las heridas o ayuda a olvidar. En el barullo de tus cabellos de algas, piezas de un cámbaro muerto y conchas de mejillones vacíos, como recordando mi carpe diem cotidiano.
Si acaso, noté un espejismo, estando mis piernas atrapadas a tu merced, si; una fantasía que me brindó de una fuerza desconocida por mi: palabras de valor y razones para seguir adelante.
El sol estaba escondido entre nubes y cavernas de rocas. Escuché algo parecido a un trueno y miré al cielo pensando que era tormenta, pero no, era tu voz entre los huecos, animada por el viento que golpeaba entre las piedras. Allí, ensimismada con tus caricias, escuché voces de niños a lo lejos, personas que se acercaban y a mi izquierda un repentino personaje siniestro, como salido de una película de Hitchcock que me observaba fijamente. No sabía cuánto tiempo llevaría así.
Mantuve la mirada desafiante y de este modo, logré que el cambiara la suya. Ojos al frente, pensé, y seguí caminando hacia una pared cercana entre el azul y el verde y el rojo de las algas. Norman Bates proseguía calculando los grados sexagesimales y centesimales de mis caderas y hasta de mi busto protegido por un bikini semiestampado azul; tanto que, dándose la vuelta, pareció ruborizarse de sus pensamientos y retrocedió. Me zambullí entre tus brazos 180 grados, para evitar el acoso visual del personaje de Psicosis y luego, ya no pensé más en el.
En un momento, entregándome, me diste junto con tu abrazo frío, todos los elementos para que los analizara y fue, tu cloruro sódico penetrándome por la piel, el último placer antes de salir. Una pareja de enamorados a mi lado, jugaba entre besos y arrumacos a mojarse poco a poco. El joven aupó a la chica entre sus brazos y se entregaron a los juegos del agua. Luego, un niño con su madre gritó, ¡mi piscina particular! y ocupó otro espacio sobre tu cuerpo.
Así pasaron otros personajes, paddlers sobre su tabla Sup, navegando una ola con sus remos sin cantar ninguna canción hawaiana. La playa nublada, (23 grados exactamente), se iba llenando de gente...pero yo ya había logrado lo que quería: ser tu alumna aventajada y saborear tu excelencia.El mar, mi maestro.
Al recoger mis cosas para marcharme, vi al misterioso Sr. Bates reaparecer detrás de mi de la nada. Con su móvil en vertical...o leía un mensaje en una botella, o sacaba una estampa. Misterio.