El pobre ayer está tan desestimado por la filosofía oriental y por el "Carpe Diem" de las prisas del hoy, que se le repudia con un cierto desaire en diferentes ambientes . Los atormentados se espantan por precaución, los miedosos huyen del horror que les provoca el recuerdo y los románticos deciden aletargar sus cavilaciones para no pensar tanto.
En el budismo ,la práctica de shamatha se utiliza para prestar atención a nuestra respiración y calmar los pensamientos que torturan nuestro espíritu. La observación del ahora, ayuda a olvidar el ayer para permanecer en calma y alejarnos de la emoción. Afinamos así, la percepción de todo lo que nos rodea y nos aleja del apego y de nuestros conflictos internos.
Sin embargo, si no fuera por el ayer, no evocaríamos hoy esa belleza que nos sucedió para contarla. Huir del ayer será muy beneficioso para la salud, no lo dudo, pero el deleitarse con lo hermoso, lo inalcanzable, lo que nos hizo daño, lo que nos remueve las entrañas...no puede ser más preciado para el inquieto artista que busca la inspiración.
Nada sería lo mismo sin el ayer, ni siquiera tendríamos a la chica de la canción de Nacha pop con sus cabellos dorados que parecían el sol. Ni siquiera Paul McCartney le hubiera prestado atención a su turbador sueño para componer "Yesterday" y ni siquiera le escucharíamos ahora a Ray Charles en esta pequeña dedicatoria mía, versionar esa ensoñación...
Lo anterior se torna melancólico en manos de D. Gustavo Adolfo Bécquer, que comparaba el ayer con el hoy: siempre igual, un cielo gris, un horizonte eterno.
El pasado es en mi opinión, una sugerencia sutil y delicada en nuestro oído , la dulce melancolía del bostezo de la tarde que se fue y que no puede volver. Lo que me dejaste ver, oír, palpar y sentir esa tarde. Aquello que me estremeció y que recreo hoy en mi mente con gozo y deleite .
Ayer, siempre ayer. No te olvido ni te olvidaré.