viernes, 30 de agosto de 2013
Sárasuati
Lleva muchos años conmigo,creo que unos treinta. Aunque se la asocia con el color blanco, que representa la pureza del conocimiento, mi diosa Sárasuati es rojiza y de color oro. Así la encontré y así ha estado a mi lado durante todo este tiempo.
En primavera se celebra en la India un festival dedicado a ella. Es la diosa del conocimiento y esposa del dios Brahmá.
La observo sentada sobre una flor de loto tocando la vina, un instrumento musical parecido al sitar hindú.
Cuando la adquirí en un mercado improvisado por un misionero que recaudaba fondos para la India me la presentó como la diosa del conocimiento y de las artes.Poco más.
Investigué sobre ella y descubrí que en otras culturas su nombre era diferente, incluso había una asociación con el cristianismo con la esposa de Abraham, Sara.
Esos cuatro brazos representan los cuatro aspectos de la inteligencia humana: la mente, el intelecto, el estado de vigilia y el ego.
Según el hinduismo suele sostener cuatro objetos asociados a esos cuatro aspectos: un libro, un mala, un pote de agua sagrada y una vína.
A veces en vez de aparecer sentada sobre una flor de loto, se representa sobre un cisne o ánsar, que simboliza su asociación con el agua. En la India hay varios ríos que tienen el nombre de Sárasuati.
"La que tiene un ganso como vehículo", de extraordinaria belleza y vestida con modestia, simboliza que no hay que estar preocupado por la apariencia externa, por lo material, sino por la espiritualidad y el conocimiento.
En el budismo, hay varias menciones en el Sutra de la luz Dorada: se habla de Sarasvatí, la que habita en el agua. En el capítulo séptimo de este Sutra, Sarasvatí es la que confiere el don del habla, de la palabra y aparece adornada por la belleza de las virtudes. En la descripción tiene ocho brazos, en vez de cuatro, dotada de una gran sabiduría, su apariencia como la de la luna llena.
Siempre a mi lado, Sarasvati. Gracias.
martes, 27 de agosto de 2013
Sombras y bultos
Cuando los problemas nos acosaban, había en mi familia un dicho que rezaba: "En la oscuridad, huimos de las sombras para agarrarnos a los bultos", algo así como para expresar una situación en la que se huye de la realidad que nos asusta o nos molesta, para aferrarnos a lo primero que encontramos, aquello más sólido en apariencia y que nos proporciona un alivio pasajero o una incierta seguridad.
De la sombra emerge la luz y la solución está en nuestras manos. Los bultos son el engaño que nos llevan a la autodestrucción, a un acantilado al que precipitarnos. Por eso si meditamos entre sombras, hallaremos la guía para seguir el camino correcto, el sendero verdadero que dará paz a nuestro corazón, escogiendo la senda que conduce a la conducta virtuosa, evitando el camino de la maldad.
domingo, 18 de agosto de 2013
Romero y menta
Hoy huele mi alma a romero y menta.
La nostalgia , en fragancia.
Una tristeza espontánea,
acompañada de un coro,
repetidos gorgoteos,
protegida de aves,
libres.
Me guían firmes hacia la montaña.
No se caminar tan alto.
Serenidad en la cumbre,
el suelo firme me escolta,
en el umbral del silencio,
sólida mirada,
vacuo.
domingo, 11 de agosto de 2013
Mangas verdes
No dejo de emocionarme cuando escucho la bella canción renacentista Greensleeves (mangas verdes), porque si es cierta la leyenda que circula sobre ella, es además de una ofrenda de amor, una expresión de deseo y ambición.
Imagino una bella figura vestida de color esmeralda, rechazando a su cortejador, calculando sus posibilidades de que la pasión desenfrenada de ese loco obsesivo, realizara cualquier acción para conseguir ser reina de Inglaterra, su codicia secreta.
En su torreón confinada, una reina justa y bondadosa iba a ser repudiada por el apetito insaciable de un hombre ciego de amor y anhelo. Un cisma en el eje de la iglesia: el anglicanismo. ¿Qué importa si el amor es verdadero?
La ambición y el deseo,aturdidos el uno por el otro, sin medir las consecuencias.
Conseguido el capricho, aquella pasión , como un sueño de un demente un día acaba. Y no hay vuelta atrás.
Cierro mis ojos e imagino enternecida por una infinita compasión, al oír Greensleeves, casi como si la viera caminar, orgullosa hasta el cadalso, donde su verdugo cortaría con un acertado golpe su cuello.
El hombre que la declaró su adoración, en brazos de otra.
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