Hace ya mucho tiempo, se perdió por el camino una fase de mi vida. Pensaba que esa secuencia era irrecuperable. En un cruce lleno de dudas, me quedé turbada ante las posibilidades que me propusieron los avatares.
Tú, trabajando esforzadamente en mi recuperación, llevándome por caminos del pasado, enseñándome flashes de felicidad, estabilidad, cariño envuelto en celofanes de plata y yo mientras, mirando la otra cúspide de la montaña, entre un cielo y un infierno de pasiones con experimentos de ciencias que mezclan bebidas con bicarbonato de sodio, zumo de limón y kalimotxos con reserva del 2013.
No quiero renunciar a tu limpia esperanza, pero tampoco a la aventura de escalarte hasta romper la silla de la cocina de Leonard Cohen y cielos si, yo también gritar Hallelujah porque si, has despertado ese monstruo de la pasión que llevo dentro y aunque no quiera, siento tus labios invisibles esté donde esté acosando mis minutos.
Eres una aventura con un vacío gramatical y yo, una moneda atrapada en el carro del supermercado.
Nadie debería de navegar tanto en mi cuando hago solitarios que no tienen solución.
En la autopista, vuelvo a barajar las cartas y anonadada observo en mi adelantamiento, palillos chinos que se mueven en un volante sin manos acelerando un coche para intentar llegar a un curso de sexo sin llamar al 112.
Igual no debería preocuparme tanto por nada, pero sigo indecisa.