Este fin de semana ha tocado limpieza del ático y entre otras maravillas escondidas y amontonadas, he encontrado un magnífico artículo oculto entre las tapas de un libro de música, que desde luego, no tiene desperdicio. Se titula: " El placer de estornudar", de Victor Pliego de Andrés. Esas cosillas que yo a veces, atesoro, olvido y luego recuerdo con un cierto placer. Me gustaría compartir con vosotros algunas de las frases que escribe.
En el se relatan la eternas vicisitudes de los espectadores que acuden a los conciertos dispuestos a estornudar, toser y maniobrar con los envoltorios de sus caramelillos impertinentes en cuanto comienza el concierto.
Dice el texto: " Los adictos a estos estrepitosos bálsamos suelen esperar a que empiece la música para abordar la delicada operación de desempaquetado. La maniobra se ejecuta con gran parsimonia y minuciosidad, sádica delectación y aparente disimulo. Aunque existen antitusígenos suministrados en cajas de cartón, los melómanos solo renuncian al celofán en casos de fuerza mayor".
Desde luego,yo no recuerdo haber asistido a ningún concierto sin tos, estornudo o caramelo difícil de ser desenvuelto. Es un artículo muy a propósito para esta época primaveral en la que abundan los estornudos alérgicos y enfermos con problemas respiratorios, que sin embargo, no renuncian a ir a su habitual concierto de temporada pase lo que pase, caiga quien caiga. Tan cierto que, comenta,
" Ignoro si se ha hecho algún estudio epidemiológico sobre la incidencia de la música en las complicaciones respiratorias. En el cine y en el teatro esta epidemia se advierte mucho menos (no ocurre así con la plaga del telefonillo, que es universal)."
Añade Victor Pliego de Andrés ," Algunos idean estrategias para acomodar su tos al momento más oportuno. Los prudentes esperan al final del concierto o al inciso entre los movimientos, para desahogarse a pleno pulmón con toda libertad. Los discretos se reprimen apretando la boca con el puño. Prolongan así la angustia más allá de lo necesario y de lo soportable. Están dispuestos a morir por asfixia antes de abandonar la sala y perderse una nota del concierto. Los astutos aguardan hasta que llegan un fortefortissimo para esconder su tos entre el barullo, de forma casi infructuosa. Una ingeniosa espectadora insertaba en cierta ocasión su tos seca cada vez que el maestro pasaba una página. El efecto era sorprendente: parecía que la hojas de la partitura se rasgaban..."
Parece ser que esta riqueza de efectos auditivos fue descubierta por Kurt Schwitters, compositor representativo del Dadaísmo que compuso un Scherzo para estornudos en 1936. No he podido encontrarlo en internet pero, aquí os dejo una muestra de su arte absurdo...no tan absurdo si comprendemos la contaminación acústica que a diario padecemos y a la que nos vemos sometidos. Buen provecho.