El monje Matthieu Ricard explica que la meditación consiste en:" familiarizarse con una visión clara y justa de las cosas, y de cultivar cualidades que, aunque todos nosotros poseemos en nuestro interior, se mantienen en estado latente mientras no hagamos el esfuerzo de desarrollarlas."
Para ser mejores personas no basta con desearlo, sino que hay que esforzarse. Es como el que toca un instrumento de música, mecánicamente, con técnica o sin técnica pero nos deja fríos. Aquel que se exhibe, que le gusta ser admirado o ser amado pero que ve que pasan los años y no llega a ningún sitio y no es feliz.
A este respecto Ricard aconseja que aunque aparentemos ser muy felices, no podremos serlo de verdad si no nos interesamos por el bienestar del prójimo: "Buscar la felicidad sólo para uno mismo es la mejor manera de conseguir que ni nosotros ni los demás seamos felices."
Por eso hay que olvidarse de lo que uno quiere, de nuestra propia ambición y si es necesario liberarse de las ataduras materiales sin vacilar para transformar el modo en el que percibimos las cosas porque la riqueza que ignoramos está escondida, donde menos imaginamos.
Debemos permitirnos llorar o reír si lo necesitamos, escuchar lo que nos manda la vida, porque seguro que es una enseñanza interesante. Tenemos que hacer las cosas que queremos hacer, sin dejar trabajos inacabados, no decir aquello de...¿qué hubiera pasado si hubiera hecho esto o aquello? Porque cuando ya no estemos ya no podremos hacerlo, y aquí se quedará todo, nuestro orgullo, la vida que construimos con sus riquezas y sus pobrezas y tan solo seremos un pequeño recuerdo en la mente de algunos. Y seremos juzgados justa o injustamente pero ya no nos importará.