domingo, 26 de agosto de 2018
La ira
Hay una historia budista que habla sobre la inutilidad de la ira. "En medio de una espesa niebla, un hombre está pescando en su botecito cuando otro hombre aparece entre la niebla y choca contra el suyo. Al principio, el hombre maldice y grita a la persona que pilota la otra embarcación, insultándole y exigiendo que retroceda y le deje espacio. Sin embargo, cuando mira más detenidamente, descubre que el otro bote está vacío:nadie maneja el timón. Repentinamente su ira desaparece y se da cuenta de la inutilidad de su rabia"
La discreción nos puede ayudar a evitar la exageración, que es tan ridícula como falsa.Aquel que exagera acaba al final presumiendo una situación irreal y llega a creerse su propia mentira. En el mundo ficticio del que vive sometido a la contradicción, la ira se hace fuerte y produce la llave que abre el corazón de la discordia hasta dañar las relaciones entre las personas y sus afectos.
La falta de empatía es amiga del orgullo, del deseo de ser alabado y de triunfar sobre todas las cosas y personas. Inútil propósito, cuando la cólera violenta nuestra capacidad de acción y de reacción y nos hace olvidar que el bote está vacío y que aquello que nos hace enfadar, no existe.