lunes, 6 de abril de 2015

Los talentos




Una de las enseñanzas que más me gustaban de niña  citada en el Nuevo Testamento era la Parábola de los talentos. No se porqué, pero esta Semana Santa la he recordado infinidad de veces, realizando pequeñas tareas , observando la naturaleza, en un ambiente muy tranquilo, lejos del ruido y cerca del silencio que nos han proporcionado las vacaciones en casa . Una pequeña reflexión sobre ella, sería pobre, porque no podría expresar la profundidad de su mensaje.Lo intentaré.

Los talentos, aquella moneda de oro que utilizaban los hebreos es el instrumento utilizado por el profeta para darnos a entender que todos recibimos de Dios unos dones espirituales, unos talentos, que debemos desarrollar y que deben de prosperar. Para aumentar ese tesoro divino, no debemos esconderlos o malgastarlos porque nos autosancionamos a vivir en la profunda oscuridad, en la ruina para nuestra alma.

El hombre que posee un talento divino debe trabajar su espíritu día a día, vivir en la luz para que su alma progrese. Al final de nuestra vida, dice el profeta, nos pedirán cuentas, como el amo que pide cuentas a su mayordomo. No servirá de nada ni la mentira, ni el egoísmo, ni la falsedad,y si en cambio, la generosidad, el altruismo, la verdad , la devoción y la dedicación a cultivar nuestra espiritualidad.

Mientras desgrano unos guisantes, uno a uno, intento que no se me caigan, que ni un solo grano se pierda. Hay vainas pequeñas, repletas a rebosar sus entrañas con sus semillas plenas y gruesas y hay vainas grandes, brillantes por fuera y vacías por dentro. Todas recibieron la luz del sol y el mismo agua, algunas incluso más. Miro ese plato con una devoción especial, como si el soltar esas cuentas verdes hubiera sido un rezo y doy gracias por ello.

En la luz todo avanza, pero en la oscuridad todo se marchita y muere.