"La vida es sueño" decía Calderón de la Barca, pero para muchos la vida no tiene nada que ver con caer en brazos de Morfeo, sino que es una carrera de obstáculos, una guerra o un reto constante.
Para los que tienen esa opinión de la existencia ,es la cruda realidad diaria un combate continuo donde solo triunfa aquel que sabe mover ficha con acierto. Es la subsistencia, pues, un juego de inteligencia, donde al mínimo despiste, ¡zas!, te arrean en el cogote y caes fulminado.
Me recuerda al ajedrez.
El ajedrez es un juego semejante a la Historia : 64 escaques, 16 piezas y dos contrincantes (blancas y negras, empiezan las blancas). Es esta una batalla considerada un deporte que fue introducido en Europa en el Renacimiento por los árabes, como una evolución de un juego persa llamado shatranj.
Consta de un rey, una dama o reina, dos alfiles, dos caballos, dos torres y ocho peones.Cada jugador intenta atacar a su oponente y sacarle ventaja arrebatándolo las fichas.
Es un feudo a defender: nuestra propia supervivencia. La estrategia es importante. Dominar los movimientos clave para defender al rey, porque si el rey es atacado la partida se acaba y vence nuestro adversario.
Es como la vida misma. Peones que libran un conflicto...aquellos que llegan al final consiguen reconocimiento, rescatando las piezas que hayan sido arrebatadas.Historias de gente que comienza vendiendo chatarra en la calle o papel a peso y hoy en día ,son dueños de empresas florecientes o reyes del marketing.
La reina es una de las piezas más importantes. Puede realizar cualquier movimiento menos el del caballo.La reina protege al rey y es fundamental para defender el reino. Mal asunto es que un reino pierda a su reina, sobretodo por enrocarse con una torre. Véase aquel famoso caso de un presidente de EEUU envuelto en un escándalo con una becaria.
La partida puede acabar en tablas, un empate entre dos contrarios, nadie pierde, nadie gana como en el fútbol. Todos contentos. O no.
También se puede abandonar la partida y retirarse, como Bobby Fisher, dejándonos con la miel en los labios sin poder saber qué hubiera sucedido si hubiera jugado contra Karpov.
Y rendirse como en Hiroshima.
La derrota en un pasatiempo como este se acepta con deportividad. No le tiramos las fichas a la cabeza al competidor. Es un deporte de caballeros. Y en esto, si que se diferencia con la vida real porque en la vida, el que pierde si que sale, a veces, dando un portazo, malmetiendo contra sus rivales o agrediendo de todas las formas posibles .
Y lo entiendo. Porque la vida no es ningún juego.