Este verano mi pequeño jardín se ha llenado del color de las flores. Han brotado en tonos, formas y tamaños diferentes. Su belleza o rareza me han complacido y en la mera observación de su crecimiento y evolución he pasado momentos estupendos.
Una maceta que aparentemente, estaba mustia y pensaba que ya no se iba a recuperar ha revivido. Flores blancas y amarillas, frutos verdes, como cerezas apetecibles han vuelto a aflorar en la semi-oscuridad, casi escondida. Perturbadora belleza.
Este arbusto tan fascinante es, sin embargo, muy tóxico. Su veneno se encuentra sobretodo en sus deseables frutos pudiendo causar delirios o alucinaciones, entre otros síntomas.
Todo ello, me hace pensar en su hermosura, su atractivo engañoso. Me hace pensar en su fuerza, su resistencia a los golpes, a los azotes del viento...tan obstinada.
Y yo que la conozco, la aparto, para que nadie la acaricie, la aíslo del mundo, que no pueda causar daño, y que todos sepan que esta flor escondida no es dulce, sino venenosa.