Imagen : El sillón real ( Isabel Bravo)
Se frotan las manos con impaciencia.
-Un día se irá y nos dejará su asiento- se escucha.
Escrito en este cuento voló su tiempo entre compases de espera. Se escuchó su palabra entre refranes y risas ahogadas. Honró con su presencia, dando el todo y mucho más que favores de mecenas caros. Brilló con calidad, con buen gusto, con la certeza de saber caminar entre compañerismo y justicia.
Aunque aún permanece sentado en la ecuanimidad, sobre los buenos momentos, ya se olvidan algunos de su presencia y de los tragos duros donde luchó por lo justo. El yo se impone al final y aquí llega la juventud arrasando y parece que el polvo de lo antiguo, les molesta.
Seguro que marcharía en silencio si pudiera, entre la atónita mirada de la ingratitud, entre el menosprecio, recordando cómo fue su primer día... tan distinto a lo que hoy observa.
Su ayer fue una canción diferente, con el estribillo de un corazón noble, con el respeto a las canas, escuchando atento el consejo y el valor del que estuvo antes en su lugar. Esta tonadilla jamás debería de ser olvidada, por lo que es la grandeza de sentarse en una silla respetando el trabajo de muchos años; de aquellos brazos, piernas, bocas, cerebros que dejaron un lugar más cómodo pasado el tiempo.
Un día, después de un año, el joven será veterano y es muy posible que otro nuevo codicie su poltrona...porque la historia que tú creaste, contiene en el fondo de su botella muchos posos de sabiduría y nadie se librará de sus consecuencias; incluso quien más la estudia, por desgracia, suele repetir el desastre, ignorando el beneficio de su enseñanza.
Así visto desde la barrera, yo diría: déjate de glorias, veterano y disfruta de la vida. Olvídate de los novatos porque el tiempo pasa sin remedio para todos, y tú, en el fondo, siempre serás sólo un número más en esta lista.
Isabel Bravo