domingo, 23 de junio de 2024

Noche de San Juan


 


Muere el silencio atragantado por su propia prudencia... o por su propio miedo. Ustedes querrán saber de qué hablo. ¿No es acaso cobarde el que calla? Pues hoy el pueblo, grita, el pueblo, habla. ¿No es hora de que alguien de un puñetazo sobre la mesa?  Muerde la censura la cola de la democracia y tapa bocas como nunca, reprimiendo conciencias. No somos tan libres como pensábamos.

Caen del cielo unas palabras sobre ese silencio, como digo, atragantado del que nadie dice nada cuando tiene que decir. Muere el manifiesto del parecer sobre un tema porque la violenta opinión ajena le impide abrir la boca. Es sólo un  sencillo movimiento donde la lengua, el aire, la musculatura maxilofacial coordinan movimientos y se expulsan fonemas: se están cometiendo injusticias.  Pero no puede articular palabra. ¡Shhh! Ese aplastante control sobre la mente humana pone un parche a los sentimientos y el silencio es la única respuesta. A callar. No estás en el club de los elegidos, de los amiguetes de turno del mandamás.

Así vence el descaro del opresor, del impositor, del que no escucha nada porque todo el mundo está en silencio obligado y nadie se queja. Hoy la hoguera de San Juan me ha contado un relato oscuro: hemos vuelto a la dictadura. No se crean que el fuego es idiota. Este sí que sabe muy bien de lo que habla. Sabe muy bien que nadie está de acuerdo porque él escucha con atención las súplicas y los deseos del pueblo. Y es que el pueblo somos todos, no solo unos amigos, unos colegas o el propio beneficio.

Entre muros escondidos, brindan los mudos, la mirada agachada, asumiendo su derrota. Y el fuego, me sigue hablando, me rodea vivo ajeno a la lluvia, mientras los niños bailan, felices, entre las llamas.

(San Juan, 2024)