miércoles, 6 de mayo de 2015

Sin musas





Hijas de los dioses de la antigüedad, las musas nos susurran al oído el arte que nos quieren inspirar. Se acercan a los mortales con su belleza invocadora para acercarnos a las Artes: la música, la danza, la poesía dramática, la Historia o la tragedia.

Me las imagino como hadas, celosas vigilantes de sus disciplinas, expertas mujeres en sus doctrinas, que saben en qué momento de la vida tienen que aproximarse, abordando nuestra alma hasta hacerla suya.

Más de una vez he oído a un artista hablar de la inspiración que se fue, la musa que le abandonó cuando más la necesitaba. La invocación necesaria con su lamento añadido aparece en muchos textos de poetas, en cantos, en danzas, en las estrellas,,,

Cuando la musa nos deja de amparar, de dar alimento a nuestro espíritu suspiramos por su regreso.No se si es posible que retorne, nos decimos suspirando: no, nos ha abandonado. Nos damos cuenta inesperadamente que falta el calor de su mirada, sus ojos limpios, su psiquis sagrada.

Las Ménades, adoradoras del dios Baco, mujeres dominadas por la crueldad y el frenesí, incapaces de ser razonables, justas o equitativas solían raptar a las musas destruyendo la serenidad, la belleza, el orden, la cultura y el arte en general.
Y esta es la lucha entre Musas y Ménades: la serenidad y la orgía, la razón y el instinto.

Artistas que estáis sin musas, invocarlas, como Dante en la Divina Comedia, como los clásicos en sus escritos epopéyicos, pero no dejéis que se marchen, como las golondrinas de Becquer, porque sino, nunca más volverán.