sábado, 20 de octubre de 2012
Sobre el esfuerzo y el sacrificio
"No hay belleza desprovista de ayuda, ni perfección que no parezca bárbara si el arte no participa en ella: corrige lo malo y perfecciona lo bueno. La naturaleza suele privarnos de lo mejor para que acudamos al arte. El mejor natural es tierra yerma sin el arte, y a las perfecciones les falta la mitad si la cultura les falta. Todo hombre parece tosco sin el arte. Es menester pulirse para alcanzar la perfección.
Combina siempre sabiduría y esfuerzo. No hay grandeza sin el juego de ambas, pero no tengas ninguna en exceso. Más consigue un talento mediano con dedicada aplicación, que un genio sin ella. La reputación se compra a base de trabajo, y se valora por él, pues poco vale lo que poco cuesta. Aun para las más altas ocupaciones se requiere aplicación, que rara vez se opone al genio. Mucha gente no es excelente en un puesto mediano porque se lo impide la desesperación por llegar a un cargo más alto, donde no pasarán de ser mediocres. Gran deficiencia es ésta. Pero más lo es conformarte con ser mediocre en un puesto alto, pudiendo ser excelente en uno mediano. Se requiere, pues, que tengas talento natural y le dediques el esfuerzo necesario para completarlo.
Pelea, pero con juego limpio. El prudente puede verse a obligado a luchar, pero no con juego sucio: cada uno debe actuar como es y no como le obligan. Es plausible la caballerosidad con aquel al que te enfrentas. Pelea no sólo por lograr el poder, sino para imponer un modo decente de competir. Vencer con ruindades no es vencer. La generosidad siempre ha sido muestra de superioridad. Como hombre de bien no debes valerte de armas inmorales. La amistad no ha de ser ofendida por el odio. Ni emplearse la confianza para la venganza. Todo lo que huele a traición difamará tu nombre. Es muy extraño que un hombre serio use la más mínima inmoralidad: establece distancia entre nobleza y vileza. Préciate de que si en el mundo se perdiese la caballerosidad, la generosidad y la fidelidad, no por ello desaparecerían: quedarían las que anidan en tu pecho."
Baltasar Gracián
"El arte de la prudencia"