martes, 26 de junio de 2012

Sensemayá


Sensemayá es un dios de una religión africana representada por una culebra. La culebra representa la persecución y muerte del mal, del sufrimiento y la agonía que nos arrastra cuando nos sentimos desgraciados o infelices.
Sufrimos y somos desgraciados porque buscamos la felicidad en el lugar equivocado, como una serpiente que se muerde la cola formando una rueda interminable.
 La serpiente se culpa a sí misma de su propio dolor , confusa, se revuelve formando ese anillo sin fin, y no sabe que con solo soltarse y desprenderse de si misma puede librarse de su malestar físico y mental.
Así es nuestra vida...sin generosidad, sin reflexión, sin perdón, sin compasión, sin prudencia, caminando sin patas, escondiéndonos en la hierba o entre piedras y no nos damos cuenta de lo sencillo que es desprendernos de nosotros mismos para librarnos de nuestro sufrimiento.


viernes, 22 de junio de 2012

¡Que nadie duerma!



Turandot, la Pura, será la esposa de aquel que, siendo de sangre real, resuelva los tres enigmas que ella le propondrá. Pero el que afronte la prueba y resulte vencido ofrecerá al hacha su cabeza soberbia.
El desconocido príncipe, sometido a la dificil prueba logra superarla.
 Los tres misteriosos enigmas de Turandot son resueltos y queda a merced del desconocido vencedor. El emperador de China la obliga a ser la esposa del hombre que adivinó sus enigmas, pero el desconocido principe, viendo temblar de miedo a la princesa le propone un enigma: Mi nombre no sabes, dime mi nombre...dime mi nombre y al alba moriré.


¡Que nadie duerma!

¡Que nadie duerma! ¡Que nadie duerma!
¡También tú, oh Princesa,
en tu fría habitación
miras las estrellas
que tiemblan de amor y de esperanza...!
¡Mas mi misterio está encerrado en mí!,
¡Mi nombre nadie lo sabrá! No, no.
Sobre tu boca lo diré
Sólo cuando la luz brille
Cuando la luz brille
 ¡No, no, sobre tu boca lo diré!
¡Y mi beso fulminará el silencio
que te hace mía!

Su nombre nadie sabrá...
¡Y nosotras, ay, deberemos, morir, morir!

¡Disípate, oh noche! ¡Ocúltense, estrellas! ¡Ocúltense, estrellas!
¡Al alba venceré!
¡venceré! ¡venceré!

miércoles, 13 de junio de 2012

El monje escondido



Con un libreto de Francesco Maria Piave, basado en la obra "D. Alvaro o la fuerza del sino", del cordobés Angel Saavedra, llamado "El Duque de Rivas", G. Verdi nos regaló una ópera especial en 1835 :"La forza del destino" o "La fuerza del destino" en castellano.
Leonora busca la paz después de trágicos sucesos en un eremitorio cerca del Monasterio de Hornachuelos. Se esconde con una identidad secreta bajo el nombre de Padre Rafael.
Con el aria "Pace mio Dio" Leonora invoca a la muerte para que le dé la paz que necesita.
El 4 de marzo de 1960 se representó la obra en el Metropolitan Opera House y desde entonces una maldición la persigue. El barítono Leonard Warren murió en extrañas circunstancias en el escenario mientras cantaba "Morir, tremenda cosa", debido a una hemorragia cerebral.
La "maldición" de esta obra es famosa desde entonces y ha conllevado a los cantantes a hacer cosas extrañas para defenderse de la mala suerte. Esta leyenda de ópera maldita se extendió y se le atribuyen numerosas anécdotas como enfermedades de cantantes, cancelaciones de representaciones, apagones súbitos en el teatro, entre otras historias.


martes, 5 de junio de 2012

Dos cuentos



Narciso era un joven de notable belleza, al que le gustaba cazar en el monte con sus alegres amigos. Despreciaba las proposiciones de las ninfas que se sentían atraídas por su belleza, y un día, una de las que habían en vano seducirlo pidió que algún día el propio Narciso conociera el dolor del amor no correspondido. Una diosa escuchó su oración y le concedió su deseo.
Cierto día, Narciso encontró una fuente oculta y sombreada de agua clara como el cristal y superficie plateada. Acalorado, sediento y cansado de la caza, se inclinó para beber, y vio entonces una imagen en el agua. Creyó que era un espíritu del agua que vivía en la fuente y, contemplando a aquel hermoso ser, se enamoró desesperadamente. Extendió los brazos para abrazar a su ser amado y los sumergió en el agua, pero la imagen se apartó;regresó al cabo de algunos momentos, y la fascinación de Narciso se renovó.
Narciso no era capaz de apartarse de la fuente, se quedó allí contemplando al delicioso ser y perdió todo interés por comer o por dormir. Suplicó al ser que le devolviera su afecto, pero no le sirvió de nada. El extraño problema de Narciso le hizo ir perdiendo el color, la fuerza y la belleza; se consumió y murió.

Tanto en la antigua India como en la antigua Grecia se guardaba el principio de no mirar el propio reflejo en el agua; y los griegos consideraban que cuando un hombre soñaba que se veía reflejado de esa manera, el sueño era un presagio de su muerte. Temían que los espíritus del agua arrastrarían bajo el agua el reflejo de la persona, o su alma, dejándolo perecer sin alma. Éste fue, probablemente, el origen del cuento clásico del bello Narciso, que languideció y murió tras ver su reflejo en el agua.
Afortunadamente, existe otro relato que habla del amor, de la muerte y de un espejo y que estimula y consagra este mismo ideal. Esta leyenda procede del antiguo Japón.
En tiempos remotos, en una región apartada del Japón vivían un hombre y una mujer con su hijita, a la que adoraban. Una vez, el hombre tuvo que viajar a la lejana ciudad de Kioto por cuestiones de negocios. Antes de partir, prometió a su hija que le traería un regalo que ella guardaría como un tesoro, si era buena y obediente con su madre durante su ausencia. Después marchó de viaje.
Cuando regresó a su casa, trajo a su hija una muñeca y una caja de laca llena de galletas, y a su esposa le regaló un espejo de metal. La mujer no había visto nunca un espejo, y cuando vio su propio reflejo quedó maravillada y tuvo la impresión de que la estaba mirando otra mujer. Su marido le explicó el misterio y le recomendó que cuidara bien del espejo.
Poco después, la mujer cayó gravemente enferma. Cuando se estaba muriendo, llamó a su hija y le dijo:
-Hija querida, cuida de tu padre cuando yo me muera. Vas a echarme de menos tras mi muerte. Pero toma este espejo, y, cuando te sientas sola, míralo, y me verás siempre.
Después de decir estas palabras falleció.
Algún tiempo más tarde, el hombre volvió a casarse, y su nueva esposa trataba mal a la hija de él. Pero la pequeña recordaba las últimas palabras de su madre. Se refugiaba en un rincón y observaba con pasión el espejo. Cuando lo hacía, le parecía que veía el rostro de su madre, no consumido por el dolor, como había estado en el lecho de muerte, sino joven y hermoso.
Cierto día la madrastra vio a la pequeña agachada en un rincón con un objeto en las manos que la mujer no pudo identificar, murmurando sola. La madrastra que aborrecía a la niña, llegó a la conclusión de que la pequeña estaba practicando la magia: quizás estaba haciendo una imagen y clavándole alfileres. La mujer acudió al lado de su marido y le dijo que la pequeña intentaba matarla con brujerías.
Cuando el hombre oyó estas acusaciones habló con su hija que escondía el espejo en la manga. El padre pensando que ocultaba algo se enfadó con ella por primera vez en su vida y repitió a la hija lo que le había contado su madrastra.
Cuando la muchacha oyó estas acusaciones injustas, se sorprendió y le dijo que lo amaba tanto que no se le ocurriría ni intentaría nunca matar a la esposa de él, pues sabía que él la quería.
El hombre quedó perplejo, y sólo estaba convencido a medias. Preguntó a la muchacha qué era lo que escondía en la manga.
-Es el espejo que diste a mi madre, y que ella me entregó en su lecho de muerte-dijo la pequeña-Cada vez que miro su superficie brillante veo la cara de mi madre querida, joven y hermosa. Cuando me duele el corazón, saco el espejo, y la cara de mi madre, con su sonrisa dulce y amable, me trae paz y me ayuda a soportar las palabras duras y las miradas de enfado.
Entonces el padre comprendió, y amó todavía más a su hija por su devoción a su madre. Hasta la madrastra de la niña se avergonzó y pidió perdón. También la niña perdonó y vivió feliz desde entonces.