A todos nos han contado un cuento de niños. Los cuentos nos ayudaban a dormir, nos ayudaban a soñar, a entender lo que era el amor, el odio, la bondad, la risa...Hemos vivido rodeados de cuentos que nos han ayudado a vivir sin nosotros saberlo.
Pregunta la niña: ¿Porqué el Hada madrina de Cenicienta sólo le concede un deseo hasta medianoche? Contesta la madre: cada uno de nosotros debemos forjarnos nuestro propio destino y es Cenicienta con su encanto y bondad quien enamora al príncipe, ella con sus propios méritos aunque pueda ir a la fiesta gracias a la ayuda del Hada madrina.
Pregunta el niño:¿Porqué en el cuento de La Bella y la Bestia, la Bestia no obliga a Bella a quedarse con él pese a su fuerza y poder? Contesta el padre: porque la Bestia ama de veras a Bella y desea ante todo su felicidad. La generosidad y el respeto son pruebas de Amor auténtico.
Ahora los cuentos son muy diferentes, más creativos, actualizados a los problemas de hoy en día. Cuando contamos un cuento a un niño intentamos orientarlo desde la infancia al ideal humano particular y potenciar las virtudes o capacidades de ese ideal de cada uno. Sin embargo, los valores no pueden transmitirse desde nuestro propio criterio ya que la juventud de hoy en día sólo acepta aquello que ellos mismos descubren y comprueban. Los padres se transforman entonces en guias invisibles . Sus consejos no son escuchados y para poder ser libres e independientes optan por un estilo de vida determinado por ellos mismos.
Los padres de hoy en día , cuando llega la adolescencia están preocupados por el botellón, los porros y el consumo de sustancias nocivas. Habría que escribir un cuento sobre esta temática. Los adictos al botellón son niños perdidos, como en el cuento de Peter Pan que se organizan en islotes con sus códigos de comunicación (o no comunicación) personales. Son adolescentes que luego vuelven a su familia de tipo medio-alto y desoyen los consejos que se les dan en la escuela sobre los efectos y peligros del tabaco, alcohol, porros...Son los destinatarios de miles de campañas que paga la sociedad de prevención y orientación. Son niños a los que no supimos contarles bien los cuentos y orientarles hacia el ideal humano, dialogar con ellos, reflexionar sobre las consecuencias que ciertas opciones pueden tener en nuestra vida.
No es fácil contar cuentos. Si la princesa Aurora no hubiera tocado el huso, no se hubiera dormido, pero por otro lado, no hubiera despertado con el beso del príncipe. Lo más importante es entender el cuento, orientarlo hacia nuestra vida y utilizarlo para prevenir situaciones, encontrar soluciones, crecer como personas.
El valor de los cuentos está en la luz que nos proyectan y como Campanilla en Peter Pan, nos deben de ayudar a volar tan alto para alcanzar los ideales más nobles.