En 1970 René Goscinny publicó con ilustraciones de Albert Uderzo una de las singulares aventuras de Asterix , el galo, titulada "La cizaña". En la portada se observaba la insólita escena de un enfrentamiento entre un montón de personajes que en teoría eran amigos, mientras un repelente tipejo vestido de romano se divertía con la escena de la personas exasperadas y malhumoradas.
Saber dividir, hacer que la gente se enfrente, se malquiste y se revuelva es todo un arte de la manipulación y el engaño. Ahora que está tan de moda la inteligencia artificial es mucho más sencillo saber deformar voces, añadir palabras, transformar imágenes , decir tú dijiste y presentar pruebas maliciosas y enemistar a familias, amigos, compañeros de trabajo o lo que sea de interés para el cizañero de turno.
Los motivos suelen ser con frecuencia, intereses económicos. Nadie puede sospechar del que enmascara la verdad porque siempre consigue con su gracejo y seducción que la gente le crea. El fundamento es siempre investigar a los sujetos que van a ser victimas del engaño y conocer sus frustraciones, sus mínimas dudas sobre la cuestión que sea o su opinión oculta sobre personas, ideas políticas u otros elementos útiles para su posterior estrategia. Con toda esa utilería el artista del mal compone su atrezzo.
¡Qué razón tenía Goscinny sobre la debilidad humana y su reflexión de que detrás del mínimo follón suele haber un manipulador que hace saltar la liebre y nos puede convertir en peleles manipulables! ¡Qué fácil es criticar al vecino, dar consejos que para mi no los tengo, matar el tiempo resolviendo cruzadas ajenas! Pero poco nos aplicamos la disciplina de no creer todo lo que nos cuentan y de huir del chisme fácil y del alboroto cuando se acerca un vendaval emocional.
Ante la duda, hay que apartarse a meditar, no dar albergue a la falacia, aunque nos apetezca cooperar en la imbecilidad de las confabulaciones sobre deshonores ajenos, simplemente porque nos cae mal alguien o no le tenemos simpatía. La marca de una injuria es muy difícil de curar. Volvemos a enjuiciar apoyando la discordia y la enemistad alimentando el chisme y la maledicencia.
Para ser un cizañero hay que ser un cotilla, una mala persona, un murmurador y un mentiroso compulsivo. Si, ese tipo de tez verdosa que nos dibuja Uderzo...en fin, que no sé a cuenta de qué ha venido todo esto. ¡Ah si! Era para comentar tan solo que me gusta la gente directa, esos que te miran a los ojos cuando te hablan y que te quieren conocer por sí mismos, sin influencias de segundas personas que siempre hablan mal a tus espaldas.