Aún permanecen mis recuerdos en aquel momento de la tarde-noche entre colores rosetón y la leve caricia de tus pulgares en mi cuello. Habíamos paseado retirados del tumulto entre arces mientras hablábamos sobre esto y aquello. Agotamos el último minuto que nos pertenecía en el silencio de la observación de un mar transversal en nuestro paseo. Cerca de tu cuerpo circulaba una corriente parecida a la prudencia y yo, acallando mis sentimientos.
Me pregunto por qué se nos atascó aquel nudo en la garganta , esa desnuda verdad en lengua muerta. Al despedirnos, el manto de la noche arrulló un "hasta mañana" entre sonrisas y circunspectas miradas. Pero yo me quedé allí, es decir, en la huella profunda de tus ojos, en tu aroma viril, en el susurro de tu colágeno en tensión sobre mi brazo mientras caminábamos cerca del salitre y de las hojas.