Vestido de profeta del amor se vendió barato el verano. Un olor nauseabundo a corrupción, injusticias y alimañas envuelve el ambiente festivo. Ojalá finalice pronto ya tanto canturreo, tanta cháchara asfixiante y ceda al devenir devoto del justo silencio. Añoro mis pasos en las alfombras crujientes del otoño y rozarme con el silente camino que he elegido.
Recuerdo, mi delicado espíritu quebrado hace ya mucho tiempo. Culpable fue, me dije a mí misma, el aire que soplaba picaresco, un hereje incómodo tentando mi tiento. Caprichoso aquel momento que se quedó en mi memoria, arrebatado y deshonesto. Por eso, no soporto ya ni siquiera mi propio infierno y suplico , en mi desamparo, que me lleve la vida a término.
Envueltos están los troncos de hojas verdes decadentes, mis ojos de lágrimas cubiertos. " ¡Vive la vida, vive el momento !", gritan del suelo sus vástagos junto al barranco cubierto. Recluida en esta cárcel agoniza mi alma con dolor y ya... de nadie, la verdad, nada espero.
Isabel Bravo 2023 ©