Hace frío. Muta mi calma turbada y sigo sin saber, si me piensas en tus pensamientos mientras, casi descubierta la sábana, imagino despierta noches con besos robados por ti en la distancia.
Zozobran mis lagrimales. Me parece verte releer indiferente las versiones de las noticias antes de sus análisis y conclusiones. Son las 7 de la mañana. El café solo no me sabe a nada.
Allí está el porte y la percha, el gancho amargo que acapara cada minuto de mi atención, la caricia que no se olvida, el gesto del que esconde y oculta. Echo de menos lo que no alcanzo y me quedo embobada en una ventana mientras el sol se inclina.
Consumida por el silencio se disipa la sombra de un septiembre mendigo de la detestable tristeza del destino que juega a burlarse ofreciendo oportunidades en las mañanas naranjas de otoño.
Se me ocurre todo y nada. Amanece y eso es mucho.