sábado, 19 de diciembre de 2015

Apariencias





Aquel día fuimos a comprar con gran ilusión el coche que gustaba a mi familia y por supuesto a mi también. Mi marido y yo  entramos en el concesionario y vimos que las dos personas que atendían estaban ocupadas. Así, nos acercamos a ver los coches y los modelos diferentes que se ofertaban.
Había uno que me encantó porque tenía todas cosas que nos chiflaban y lo admiramos un buen rato. Teníamos muy claro que es podía ser el coche que queríamos.

En ningún momento nadie se acercó a nosotros para decirnos que enseguida nos atendían, pero si que pude observar como otra mujer entraba y era prácticamente atendida de inmediato. Con las mismas, me acerque a la vendedora y la comenté: "hola, llevamos un ratillo esperando porque queríamos preguntar por este coche". La vendedora casi ni me miró a los ojos, si lo hubiera hecho, quizás hubiera visto el brillo de interés en ellos, pero sólo vi una expresión furtiva como de desprecio a mi persona. No iba tan bien vestida como la que había entrado, unos vaqueros y una camiseta, no llevaba joyas, mi rostro cansado porque venía de trabajar. Mi marido con camisa de manga corta, con barbas. Quizás pensó que con nuestro sueldo no nos alcanzaría ni pagar la puerta de ese coche. Mi voz no era tan nasal y afectada como la de la mujer que había entrado, oliendo a Chanel nº5...¿Cómo me atrevía a entrar en ese concesionario sin pedigrí?

Su respuesta fue muy breve: "Es muy caro". Gracias a Dios omitió el para usted, pero con lo dicho y viendo que volvía  a atender a la otra mujer pasé a la acción.
Miré a mi marido y sin decir mas que un suave,gracias que creo que ni siquiera escuchó, no hice como en "Pretty Woman". Opté por ir a otro concesionario y decidí que quizás ese coche no era para mi ni para mi familia.

En el otro sitio compré mi actual coche, me atendieron perfectamente y si que pude ver la sorpresa del vendedor, cuando al ofrecerme modalidades de pago aplazados,lo pagué a tocateja. En aquel momento podía permitírmelo porque había ahorrado para ello.
En casa con más tranquilidad, pensé en aquella mala vendedora que ni siquiera me había querido atender;mal entrenada seguramente,a sacar conclusiones comerciales y a juzgar a las personas por su aspecto.

Ayer una amiga me recordó la historia de Gaudí, que murió atropellado con 73 años y que fue confundido con un mendigo debido a su descuidado aspecto. Ningún taxi quiso llevarle al hospital y ya tarde fue llevado a un hospital donde falleció.

Y así muchos casos más, donde se juzga la  apariencia . Adivinar lo que hay en la mente del otro y hacer conjeturas enjuiciando el exterior nos puede llevar a cometer equivocaciones. Lo evidente es lo menos claro en lo que se refiere a la forma.