Es muy dificil transmitir el sentimiento que nos produce la música. Cuando escuchamos un fragmento musical es posible que seamos capaces de transportarnos a un estado mental ajeno al momento real en que nos encontramos. No somos capaces de saber el porqué, pero la música tiene esa maravillosa cualidad especial de alegrarnos o entristecernos, de hacernos recordar cosas, personas, sucesos que nos ocurrieron. La energia musical es capaz de hacernos soñar y de volvernos poetas, aventureros o locos de amor.
Sin embargo, los músicos profesionales deben equilibrar constantemente esta energia que fluye en su interior para conseguir que la transmisión no sea forzada. La espontaniedad es importante, la naturalidad en la interpretación, la búsqueda de la belleza....de este modo, se consigue que el oyente se relaje y se sienta cómodo.
Sucede lo contrario, cuando se desequilibra el cuerpo, la emisión es forzada, se calcula en exceso lo movimientos, los gestos o se exageran los sentimientos.
El verdadero artista deja que esa energia fluya, sin impedir su desarrollo.
